Dengue: una oportunidad para pensar en la salud de manera integral

Una vez más la epidemia de dengue nos pone en alerta, nos sacude de nuestra calma en la que la salud no forma parte de nuestra agenda cotidiana. Y nos preguntamos quién tiene la responsabilidad, y quién debería hacerse cargo ante esta epidemia. En lo personal, creo que para respondernos esas preguntas debemos hacer un trabajo un poco más profundo. Toda crisis representa una oportunidad, dice la sabiduría oriental (que ya bien podríamos ir adoptando en occidente). En lo inmediato, qué mejor oportunidad que aprovechar la epidemia para indagar, analizar y reflexionar sobre nuestra relación con el ambiente. Considero que es una excelente oportunidad para que desde las escuelas, los hospitales, las universidades, los clubes, repensemos nuestro vínculo con el ambiente cercano y no tan cercano. Que nos veamos interpelados a analizar las consecuencias directas e indirectas del ambiente sobre nuestra salud. Por qué no aprovechar esta crisis, para empezar a reconocer que es nuestra relación con el ambiente la que nos propicia la salud, o bien la que nos enferma.

Los nuevos escenarios epidemiológicos originados por las migraciones, la globalización económica, entre otros, desafían las prácticas tradicionales del modelo médico hegemónico y han dado lugar a enfoques alternativos que abordan las problemáticas de salud de manera integral. Como bióloga, egresada de una Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, me mantuve reacia a incorporar las dimensiones políticas y sociales a los procesos de transmisión de enfermedades. No obstante, con el tiempo empiezo a notar que no hay salud posible si no se contempla al humano en su complejidad (hábitos, costumbres, cosmovisión, etc.). En el caso del dengue, los abordajes integrales lograron controlar la transmisión de la enfermedad en áreas donde el virus circula de manera endémica. Este año, un estudio de México1 revela que la limpieza de las escuelas fue capaz de reducir la cantidad de nuevos casos de dengue, sugiriendo que los sitios con alta concentración de personas por un tiempo relativamente prolongado (como las escuelas) deberían ser uno de los principales sitios a mantener libres de mosquitos para controlar la propagación del virus. Por lo tanto, las evidencias sugieren que podemos volvernos protagonistas de la solución mediante nuestro compromiso como ciudadanos activos, lo que representa una solución sostenible a largo plazo.

Invito a la tarea de abordar las problemáticas de salud desde un enfoque integral, en el que se contemplen los aspectos biológicos y médicos con la misma relevancia que los aspectos socioculturales y político-económicos, y donde los saberes académicos dialoguen con los tradicionales. Claro que es una tarea incómoda, que va en contra del modelo médico hegemónico vigente, y se contrapone con intereses económicos y políticos. No es una tarea sencilla porque el diálogo entre disciplinas y saberes nos lleva a reflexionar acerca de nuestras prácticas cotidianas, nos cuestiona, nos hace repensar las prácticas de investigación y las maneras de abordar una problemática, todas acciones que no son bien vistas en la sociedad de la modernidad y la inmediatez. Asimismo, convoco a observar cuál es el valor agregado de los enfoques integrales de la salud que fomentan la participación comunitaria respecto a las prácticas del modelo médico hegemónico. En lo personal, considero que uno de los principales valores de la participación comunitaria es desafiarnos como ciudadanos a tomar un rol activo en la construcción de nuestra salud y bienestar. La participación comunitaria nos posiciona en un lugar de responsabilidad respecto de nuestros actos y, principalmente, nos hace tomar conciencia de nuestra relación con el medio ambiente y cómo esta repercute sobre nuestra salud, la de nuestra familia, hasta sobre nuestros ingresos económicos y nuestra calidad de vida en general.

Considero que, solo en la medida en que desarrollemos una plena conciencia acerca de la relación entre el ambiente y nuestra salud, vamos a poder construir una ciudadanía que entienda qué exigencias le caben al Estado, y qué responsabilidades nos caben a nosotros en nuestra vida cotidiana para mejorar nuestras condiciones de vida. Apuesto a que solo tras muchas pruebas y errores, vamos a reconocernos como los hacedores de nuestro bienestar, de nuestra salud, y eso nos va a hacer conocedores de nuestros derechos y también nuestros deberes. Y seguramente, en el mediano y largo plazo, nos dará la posibilidad de ejercer una ciudadanía responsable en torno a la salud y al ambiente, los cuales están inevitablemente unidos (aunque por momentos la vida urbana y la modernidad nos lo hagan perder de vista), para poder empezar a decidir qué modelo de salud y de medicina queremos.

 

Paula Medone, Lic. Ecología, Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CONICET- UNLP)

  1. Hernández-Suárez, C. M., & Mendoza-Cano, O. (2016). Empirical evidence of the effect of school gathering on the dynamics of dengue epidemics.
    Global health action
    , 9.